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Transición enérgetica global y mitigación del cambio climático

 

Autora:Ximena Herrera

“Una ciudad realmente inteligente es un lugar en el que circulen vehículos eléctricos, los edificios estén equipados con paneles solares, las casas se calienten con bombas de calor, la electricidad se utilice para cocinar y calentar el agua, y los sistemas de iluminación se atenúen en función de la presencia o no de individuos en los diferentes espacios o habitaciones.”1

La humanidad enfrenta un desafío que pone en riesgo su propia existencia: el cambio climático. Este fenómeno ha generado un alto interés por parte de los centros de investigación, de allí que existan evidencias irrefutables advirtiendo que las especies y sus ecosistemas están en constante peligro. El Informe Especial del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas de 2018, indicó lo siguiente:

“(...) para mantenerse en una trayectoria que limite el aumento de la temperatura global a 1,5 ºC, las emisiones netas de CO2 deben reducirse en un 45 % para 2030 respecto a los niveles de 2010. Estas emisiones deben ser nulas alrededor de 2050 y, para finales de siglo, se debe alcanzar la neutralidad en relación con todos los demás gases de efecto invernadero.”2

Las expectativas son altas, pero el citado Informe afirma que sí es posible reducir a la mitad las emisiones de aquí a 2030, solo si se toman acciones inmediatamente.

El aumento de las temperaturas máximas, la intensificación de los incendios forestales, la prolongación de las sequías, el inédito aumento del nivel del mar y la continua desaparición de los glaciares son algunas de las señales de una crisis ecológica de proporciones monumentales, impulsada en gran medida por la actividad humana vinculada a la quema de combustibles fósiles, como el petróleo, el carbón y el gas natural. 

Este problema data de hace décadas, pero aún no existe un freno implementado a gran escala, como debería serlo la transición energética. Según numerosos estudios especializados, esta herramienta es urgente y esencial para enfrentar la amenaza del cambio climático, en la medida que promueve una economía baja en carbono con el objetivo de adaptar y fortalecer al planeta frente a las condiciones actuales. 

En este contexto, la transición energética (DKV 2024) puede conceptualizarse como una transformación en los modelos de producción y consumo de la energía, a través de la electrificación y digitalización de los principales sectores económicos. El último gran cambio en ese sentido, fue pasar del uso del carbón al petróleo el siglo pasado. Sin embargo, hoy en día, la meta es globalizar el camino hacia las energías limpias, a través de los siguientes focos: 

  • Energías renovables: Estas proviene de fuentes naturales que no producen CO2 y tienen la capacidad de reponerse más rápido de lo que se consumen. Ejemplos: la luz solar (energía fotovoltaica) y el viento (energía eólica).

  • Electrificación: La electrificación de los procesos, la movilidad y el consumo utilizando energía de fuentes renovables es la clave para instalar un sistema energético rentable, eficiente y accesible. Ejemplo: Los vehículos eléctricos son de 3-5 veces más eficientes respecto a aquellos con motores de combustión interna.

  • Digitalización: El uso de tecnologías inteligentes permite optimizar el consumo de energía y la reducción de los residuos. Así, las empresas cumplen su labor de disminuir su huella de carbono.

Si bien es cierto que hay avances en la materia, estos son más palpables en países europeos o en la región norteamericana. Algunos de estos países, cabe decir, ya han procedido con la declaración formal de emergencia climática o la suscripción de acuerdos internacionales en aras de priorizar e impulsar políticas públicas de cuidado medioambiental. Por el contrario, en la región del Sur, la descarbonización de la industria parece ser un destino muy alejado, sobre todo, en las zonas densamente urbanizadas.3

Además, este panorama despierta preocupaciones sociales. La transición energética, por un lado, podría traer importantes beneficios económicos y generar empleo en nuestro país, dado que esta medida aumenta la demanda de cobre, y Perú es el segundo mayor productor de este mineral a nivel mundial. Por otro lado, es importante considerar que, de acuerdo a la Defensoría del Pueblo, la mayoría de los conflictos socioambientales están asociados con la minería. 

Por lo tanto, es crucial redirigir inversiones significativas hacia soluciones verdes efectivas, fundamentadas en análisis rigurosos y guiadas por principios de inclusión y equidad. Solo así, será posible una transición energética justa y responsable que reconozca y atienda las desigualdades estructurales que enfrentan los grupos vulnerables en el marco de la emergencia climática.4

 

1. Enel Green Power. Consumo final electrificado. Enel Green Power. Accedido septiembre 3, 2024. https://www.enelgreenpower.com/es/learning-hub/transicion-energetica/renovables-electrificacion/consumo-final-electrificado.

2. Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). Calentamiento global de 1,5 ºC. 2018. https://www.ipcc.ch/sr15/.

3. Pese a los esfuerzos por promover las energías renovables no convencionales como mecanismos para el cierre de la brecha energética, estas representan solo el 8.2 % de la producción eléctrica nacional según el Ministerio de Energía y Minas (MINEM), siendo la meta, al 2030, llegar al 20 %. Resource Governance. "Desafíos para lograr una transición energética justa en el Perú." Resource Governance, 2024.https://resourcegovernance.org/es/articles/desafios-para-lograr-una-transicion-energetica-justa-en-el-peru

4.Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Declaración sobre la emergencia climática. Organización de Estados Americanos. Accedido septiembre 1, 2024. https://www.oas.org/es/cidh/jsForm/?File=/es/cidh/prensa/comunicados/2024/076.asp.